Yo visité Ganímedes -Capítulo III-


El Viaje


Las pruebas que Pepe me diera, en el curso de esos quince días, acabaron por convencerme. Las maravillas de que me hablaba, diariamente, me hicieron sentir, poco a poco, el anhelo de conocer también aquel verdadero paraíso...

Pero el escollo más grande estaba en mi familia y en nuestra falta de preparación. Si yo me había convencido, no por eso me encontraba a la altura de los conocimientos y del desarrollo moral, mental, y científico logrado por él y los míos, tan distantes como yo, a tal punto, que tuvimos que ocultar nuestros pasos de los primeros días y hacer creer que se preparaba para un viaje a otro lugar de la Tierra, de donde no regresaría.

Ya todos sus preparativos estaban ultimados. Mi familia feliz por la sorpresiva herencia. Las amistades en la idea de su partida a un lamasterio de la India. Y sin embargo, yo cada vez más inquieto; preocupado minuto a minuto, hora tras hora, por el extraño secreto de ese mundo al que Pepe había ido enseñándome a imaginar, a comprender y, al fin, a desear...

De sus explicaciones, de sus numerosas anécdotas vividas en los pocos días que pasara allá, se desprendía una luz que invadió totalmente mi alma. Es un mundo en que no existe el mal en forma alguna. Una especie de colmena gigantesca en donde todos trabajan felices, con la alegría y el amor de verdaderos hermanos. Un mundo en que la sabiduría milenaria, y la ciencia y la técnica en niveles tan elevados, han logrado eliminar, desde tiempos remotísimos, todas las enfermedades, todas las pasiones comunes a nuestra humanidad, todos los elementos de discordia o división.

Un mundo en donde no existen ni fronteras, ni credos divergentes, ni mezquinos intereses económicos susceptibles de enfrentar y enemistar a sus habitantes.

Una religión superior, sin dogmas absurdos o caprichosos; una religión nacida del conocimiento profundo del Cosmos, de la Vida y de la Eternidad, no impuesta con palabras y amenazas, sino demostrada con el conocimiento científico de las grandes verdades espirituales y cósmicas, y obediente no a seres mortales e imperfectos, muchas veces falsos e hipócritas, sino al mandato directo de entidades superiores, gobernantes sabias y amorosas de aquel Reino al que Cristo se refiriera, muchas veces, cuando decía: "Mi Reino no es de este Mundo".

Un mundo guiado, políticamente, por un conjunto de sabios y poderosos Maestros, preparados a través de una larga evolución para su papel de conductores y de padres de la masa. Un país en que sus gentes, dotadas del sexto y del séptimo sentidos, jamás podrían engañarse ni ocultar su pensamiento y por tanto, en la necesidad —hecha ya facultad consciente y nata— de obrar el bien y no caer en ningún error susceptible de hacer daño...

Un lugar donde a nadie le hace falta nada para ser feliz, en que todo se produce para la satisfacción de todos, a través de sistemas en que cada cual desempeña su misión con el más completo conocimiento y dentro del más depurado concepto de la mutua ayuda y de la reciproca correspondencia. Esa imagen paradisíaca de las realizaciones más avanzadas y más nobles en todos los campos de la vida.

Y, al mismo tiempo, el dominio sabio y absoluto de las fuerzas naturales y de la naturaleza toda de ese mundo, para un aprovechamiento integral en beneficio colectivo de sus habitantes... ¡qué diferente es de nuestra mezquina Tierra! gobernada, en muchos casos, por tiranos ejecutores de particulares y encubiertos intereses; por avaros comerciantes, ávidos por llenar sus arcas a costa del sufrimiento, de la explotación y del engaño de otros; por falsos apóstoles ambiciosos, hipócritas y muchas veces crueles; por ignorantes infatuados por un leve barniz de infantiles conocimientos, que, en alardes de orgullo y vanidad, se pavonean como los únicos definidores de la Verdad y la Vida...

Comparaba, a cada instante, los alcances de nuestra ciencia y de nuestra técnica, las que a pesar de los progresos tan notables de este último siglo, distan tanto de lo demostrado por esas máquinas dominadoras del espacio y de todas las limitaciones de la energía y la materia conocidas por nosotros.

Contemplaba el panorama de este mundo, habitado en su mayor parte por seres en la más triste condición de vida, material y moral, explotados Inicuamente, muchas veces, para acumular riquezas en beneficio de pequeños grupos de pulpos humanos,.. y poblado igualmente, por una heterogénea multitud en que los bajos instintos, desbocándose continuamente, los llevan a cometer las acciones más abyectas, los más viles engaños, las traiciones más ruines, los abusos más crueles y los más abominables crímenes...

En tal estado de ánimo, vi llegar, con el ansia y la sed que tendría el perdido en un desierto, el momento en que Pepe iba a comunicarse con Ganímedes. Cinco días antes de su partida, nos encerramos en su casa por la tarde. Se sentó junto a mí. Extrajo el aparatito que me habla mostrado la vez anterior; accionó una llavecita, y esperamos en profundo silencio. El mecanismo comenzó a emitir un ligerísimo zumbido, y en la pantalla del transmisor, parecida a una lente fotográfica nuestra, apareció un punto luminoso que se agrandó, segundo a segundo, hasta llenar todo ese espacio.

Entonces, Pepe colocó sus dedos sobre un botoncito, y vimos formarse una imagen, al principio borrosa, pero cada vez más nítida: era el panorama de una región que podía ser algún lugar de la Tierra. La imagen se acercaba, y pude percibir vegetación, que una vez cerca, era diferente de cuanto yo conocía, Al mismo tiempo escuchaba algo así como una música suave, armoniosa, de efecto balsámico. La proyección era como si estuviésemos volando sobre aquel paraje, y vimos que nos aproximábamos a un extraño edificio, semiesférico, de un brillo inusitado.

La visión pasó a través de los muros y nos encontramos en un recinto rodeado por numerosos tableros de control y pantallas rutilantes, con diversas imágenes en movimiento. En el centro, ante una rara mesa de metal con numerosos botones y llaves, estaba un hombre de cabeza algo abultada. Su rostro ocupó todo nuestro lente hasta que sólo vimos los ojos. Ojos raros, profundos y con intenso brillo.

Vi que mi amigo concentraba fijamente su vista en esos ojos, y al cabo de unos segundos me habló, sin apartar la mirada del aparato:

—Me dice que te salude y que trates de concentrar tu atención en sus ojos.

Me esforcé en hacerlo. Aquellas pupilas parecía que emitieran ondas que iban penetrando en mi cerebro. Pensaba en ese momento si podría llegar, algún día, a conocer tan maravilloso mundo, y sentí clara, positivamente, en mi interior, como una voz que respondía:

—Déjate guiar por tu amigo. El te enseñará lo necesario, y cuando tú y los tuyos estén preparados, podrán venir con nosotros.

Miré a Pepe, que sonreía. Me hizo seña de que me apartara, y tornó a concentrarse en su silenciosa conversación. Pasaron algunos minutos. Pepe se hizo atrás, ligeramente, y esos ojos volvieron a clavarse en los míos:

"Ten fe, y hasta pronto" —pude captar nítidamente que me decían.

Mi amigo retiró la mano del aparato. Se apagó la imagen de la pantalla y entre los dos cerramos la llavecita.

— Y ¿qué me dices ahora.. . ? —me preguntó.

Ya no necesitaba responder. Me prometió enseñarme cómo y por qué funcionaba el aparatito, recomendándome no mostrarlo a nadie, fuera de mi mujer, cuando él se hubiese ido, y me anunció que todo estaba listo para su viaje.

—Le he preguntado si la noche de mi partida puedes venir con tu familia y me autoriza a hacerlo, para que crean y puedas ayudarlos en la difícil tarea de conseguir que te acompañen, cuando llegue el momento propicio de alejarlos de este mundo. Lo he pedido con insistencia, porque el amor que les tengo me impele a salvarlos de los terribles tiempos que se avecinan. Vuestras almas han llegado a niveles de moral que permiten adaptarlos a ese cambio de mundo.

Pero requieren la preparación científica y los conocimientos técnicos indispensables a tan formidable salto. Eso lo vamos a hacer, si ustedes cooperan. En tal caso, nuestra separación será por corto lapso. Pero no debes olvidar que ese aparatito que te dejaré, sólo lo usarás tú y nadie más que tú... De lo contrario, se romperá toda nuestra comunicación.

Cuando hayan aprendido lo suficiente para tener una base ele-mental de conocimientos, especialmente metafísicos, que les permita lograr una marcada transformación de su constitución molecular, a fin de alcanzar una elevación de sus frecuencias vibratorias en todo el organismo, podremos llevarlos, y gozarán de ese reino bendito, en el que serán educados y tratados adecuadamente para estar en condiciones de repoblar la Tierra, como otros muchos, en los comienzos de la Nueva Era...

La noche de su partida, Pepe nos invitó a comer en su casa, No me había atrevido a revelarle nada a mi mujer y mis hijos, Preferí esperar que los hechos consumados me evitaran la lucha y discusiones por convencerlos de que no estaba loco. Solamente les dijimos que esa noche viajaría, y ellos pensaron que sería por avión.

La comida transcurrió animadamente y tuvimos buen cuidado de deslizar en los cócteles de mi esposa y mis hijos sendas dosis de calmantes para los nervios. Los muchachos preguntaban insistentemente por el país donde iba Pepe, a qué hora salían para el aeropuerto, y toda esa serie de preguntas comunes en un caso de viaje normal.

—Ya falta poco; esperen, que todavía tenemos tiempo...

—¿Está muy lejos ese país?

—Si, muy lejos...

—Y ¿es muy bonito?

—¡Bellísimo! Todo lo que les pueda decir sería pálido en comparación con la realidad.

—Y ¿podremos ir a visitarte?

—Así lo espero. Todo lo que tienen que hacer es portarse bien. Obedecer y querer mucho a sus padres, y aprender todo lo que papito les va a enseñar a partir de hoy...

El tiempo se deslizaba lentamente. La conversación giraba en torno al supuesto viaje a la India. Pepe y yo cambiábamos miradas de inteligencia, y según se acercaba la hora convenida, mi nerviosidad aumentaba, pese a que había tomado, a hurtadillas, mi buena dosis de calmante.

Eran las dos de la madrugada cuando, por las ventanas del comedor, vimos que el jardín se iluminaba con un potente haz de luz que bajaba de lo alto.

Todos, menos mi amigo, nos alanzamos hacia las ventanas.

—¡Qué luz es esa! —exclamaron ellos a coro.

Yo miré a Pepe, quien, impasible, permanecía en su asiento.

—Tengan calma y no se asusten —dijo, marcando las palabras, en las que, no obstante, se apreciaba profunda emoción—. Ya vienen por mí...

—¡Cómo!... ¿En esa forma? —exclamó asombrada mi mujer.

—Sí; nada teman ni se asusten con lo que van a ver... Son amigos, y ha llegado la hora de mi partida...

En aquel instante un grito salió de la boca de quienes desconocían el secreto: Una máquina enorme, en forma de gigantesca lenteja, descendía suavemente sobre el jardín, proyectando un poderoso haz de luz celeste desde su centro.

—¡Un "platillo"! —gritaron los muchachos—

Mi esposa se había abrazado a mí, temblando,

—No te asustes —le dije. tratando do calmarla— Yo también lo sabía.. . pero no podía decírtelo.

El OVNI acababa de posarse en el suelo. Todos especiaban la escena con la boca abierta y temblorosos. El mayordomo nos miraba de hito en hito, Pepe, con toda serenidad, se levantó y lenta. mente nos llevó hacia la puerta,

—Ha llegado el momento dijo con voz que la emoción, mal reprimida, hacia trémula. Repito que no deben temer nada; son amigos, y fueron ellos con los que hite el viaje anterior. No habríamos podido explicarles nada, pues no lo hubieran creído y nos exponíamos al ridículo o algo peor... Yosip ya lo sabe todo y él les narrará todo cuanto ha sucedido, en verdad. Tenía que disfrazar la realidad de este hecho prodigioso, porque estamos en un mundo atrasado en donde aún priman la ignorancia y la incredulidad, como frutos del desconocimiento de muchas grandes verdades del Cosmos... Mi viaje no es a la India, como tuvimos que mentirles, ya que no habrían aceptado, jamás, el que pudiese, en verdad, en. caminarme a otro astro, muy distante del nuestro. Con lo que están viendo, ahora lo creerán...

Querido hermano: no dejes de comunicarte conmigo. Ya sabes cómo hacerlo. Instruye a estos seré. que tanto amamos los dos, sobre todas las enseñanzas que te iré dando a través de la enorme distancia que separa nuestros mundos. Sólo así, aprovechando con firmeza y aplicación todas esas lecciones, podréis, un día no lejano, imitarme y llegar a conocer ese mundo maravilloso al que hoy me dirijo...

Ya tienes todas las instrucciones que pude proporcionarte en estos quince días. Lo demás, sólo podré dártelo si te comunicas permanentemente conmigo...

Y ahora, mis queridos hermanos —su voz temblaba y dos lágrimas corrieron por sus mejillas— ¡hermanos de mi alma!... Que Dios os proteja, y que permita que podamos unirnos nuevamente en ese mundo de Paz, de Lux y de Amor al que hoy me llevan por mi propia voluntad...!

Nos besó a todos en la frente y con paso firme se encaminó al jardín. En la pared metálica de la máquina se había abierto una especie de puerta oval, y dos figuras humanas vestidas de escafandra como las de nuestros astronautas, lo esperaban en lo alto de una escalerilla mecánica.

Subió lentamente los escalones y se volvió hacia nosotros, que nos habíamos detenido en la puerta del jardín.

—Hasta pronto, queridos míos!.,, —le escuchamos exclamar, en voz alta, mientras hacía ademán de bendecirnos; y luego desapareció en el interior del "platillo", seguido por los otros dos.

La escotilla se cerró, y un minuto después, que nos pareció un siglo, aquella extraña nave espacial, arrojando chorros de fuego por todos sus contornos, empezó a subir...

Muy lentamente, al principio, hasta alcanzar una altura bastante considerable, y luego, haciendo un rápido giro, se remontó vertiginosamente, hasta que la perdimos de vista en la oscuridad del cielo...